¿Qué es la democracia? Parada I: Brasil



En estas horas los tres partidos más grandes de Brasil (PMDB, PSDB y PT) negocian la transición (Gobierno provisorio) ante una posible suspensión por el Tribunal Superior Electoral del jefe de Estado Michel Temer, aunque Lula sigue insistiendo al igual que decenas de partidos de izquierda y de movimientos sociales en las “Direitas ja”.

Aunque éstas significan para el sistema político una enmienda a la constitución y unos plazos largos que alcanzarían de cierta forma las elecciones ya programadas para 2018. Es una encrucijada que de todas formas necesitará un gobierno provisorio si sucede la destitución del mandatario.

También en éstas últimas horas Temer dio marcha atrás y revoca el decreto que autorizaba el uso de las Fuerzas Armadas para la garantía de la ley y del orden. El ministro Jungmann (Defensa) dijo que en 24 horas la tranquilidad fue recuperada y que “no hay democracia sin orden”. Recordemos que se le había otorgado a los militares poder de policía. ¿Qué fue eso? ¿manotazo de ahogado como decimos acá? ¿de supervivencia? ¿O demostrar el apoyo de las Fuerzas Armadas?

Su coalición derechista y evangelista que lo puso en el poder, no se privó de mostrar sus intenciones: restaurar el orden conservador y oligárquico. Antes de asumir Temer, tuve el placer de conocer documentos de los evangelistas (diputados y gobernadores) con el detalle de todas las reformas que se traían, básicamente en nombre de Dios y la Familia. Algo que quedó muy claro el día de la votación de la instauración del proceso de “impeachment” contra Dilma Rousseff hace apenas un año.  Un juicio político convocado con legalidad constitucional, en medio de una feroz crisis económica, un gigantesco escándalo de sobornos en la petrolera estatal Petrobras, y unos Juegos Olímpicos complejos; pero viciado y blindado por un atropello político e ideológico como pocas veces hemos presenciado. Básicamente Dilma se quedaba sin coalición gobernante y ésta decidía mediante un perverso instrumento sacarla del medio. Se preguntarán como llega el gobierno del PT a realizar tales alianzas, como llega a coalicionar con el PMDB del señor Temer.

La respuesta está en el complejo sistema político de Brasil y como condiciona las reglas electorales las elecciones, lo que los politólogos llamamos: el diseño institucional. El diseño institucional de Brasil es una compleja combinación entre Presidencialismo, Federalismo y Multipartidismo (Mainwaring y Shugart, 2002) donde por un lado a nivel nacional la regla condiciona hacia un bipartidismo y a nivel subnacional (estadual en el caso) condiciona hacia un fragmentado sistema de partidos: multipartidismo. Sumándose a eso que es un sistema político heterogéneo y con legisladores indisciplinados (Lins, 1993). Lo que ha desencadenado desde la recuperación democrática en coaliciones de gobierno con los partidos mayoritarios, para lograr estabilidad y gobernabilidad. De las elecciones resultan siempre, más de 15 partidos políticos en Diputados, más de 20 en Senadores; en términos de Duverger un “sistema multipartidista hiperfragmentado”. Dilma Rousseff y Temer también son producto de ello, recuerden que éste último era su vicepresidente (PT + PMDB).

Brasil se ha caracterizado por tener una democracia débil y funcionando al margen de su ciudadanía, una democracia para pocos:  hombres, blancos y ricos. Algo de eso ha cambiado en las últimas décadas, pero hoy la democracia nuevamente está en crisis.  Cuando un pueblo siente que las decisiones más importantes de gobierno no pasan por sus preferencias, cuando siente que no tiene las riendas de su país, sino que le han despojado su soberanía, es porque se ha deteriorado la calidad democrática de su país.

Sé que abordar el tema “democracia” es complejo y hasta agotador, pero también fascinante y valiente. Ayer me parecía que preguntarnos sobre ella era algo infantil, pero últimamente el mundo y América Latina está dando señales que debemos nuevamente preguntarnos, ¿qué es la democracia? ¿qué queremos que sea la democracia? ¿somos democráticos? Y más comprometido aún, es preguntarnos si la democracia es un objetivo, o la democracia es un fin en sí misma. Hay preguntas incluso que ni siquiera queremos hacernos. Sus respuestas nos comprometen hasta el hueso.

La “república” triunfó con los franceses, cuando logran sacarle el poder a los monarcas y transferirlo a la ley. La república, en forma sumamente resumida, es el imperio de la ley; hay repúblicas presidencialistas, parlamentarias o incluso unipartidista. La China es una República unipartidista por ejemplo. Las repúblicas pueden ser democráticas o no. Ya lo decía Aristóteles “un montón de gente no es una república”. Con el avance del siglo XX, con la democratización valga la redundancia, es que avanzamos a Repúblicas Democráticas, como la mejor receta para la felicidad pública.

Algo pasó en el mundo, que posteriormente a la segunda guerra mundial, la forma de gobierno “democracia” ganó adeptos y al día de hoy, los gobiernos del mundo entero se auto-perciben  (a excepción de Arabia Saudita, Brunei, Fiyí, Emiratos Árabes, Omán y el Vaticano) como  democracias.

Pero Democracia no es solamente, elecciones, respeto al Estado de derecho y a las libertades individuales, respeto por la pluralidad de intereses y preferencias, defensa a raja tabla todo el Pacto Internacional de derechos civiles y políticos (si se cumple todo esto ya es un avance y un éxito). Democracia es también igualdad para cada uno de sus ciudadanos y ciudadanas, y eso es lo que muchos le pedimos a nuestras democracias. Le pedimos que el 1% más rico del mundo no tenga más ingresos que el resto del planeta. Mientras el 10% más pobre del mundo aumentó menos de tres dólares sus ingresos entre 1988 y 2011, entre el 1% más rico se multiplica por 182.  En la década del PT, millones de brasileros salieron de la pobreza, pero pueden entrar rápidamente a ella. Los planes de Temer no son nada esperanzadores, todo lo contrario. Su plan de paralizar el “gasto” social por 20 años siguiendo así recetas neo conservadoras no darán otro resultado que excluir nuevamente a un amplio sector de la sociedad.

Los partidos y políticos uruguayos vienen siguiendo expectantemente cada movimiento de Latinoamérica, pidiendo algunos de ellos que saquemos embajadores, que nos expresemos, que repudiemos cada acto anti democrático (ERROR, sólo se refieren a Venezuela). La situación de Brasil es extremadamente preocupante pero no llama tanto la atención. Nadie ha pedido que saquemos embajadores, sino todo lo contrario, que reforcemos los vínculos. Se ve que el programa racista, homófobo y clasista de Temer encuentra simpatizantes por estas latitudes.

El nuevo escenario de Brasil tiene su correlato regional y mundial, pero hay desconcierto. El proteccionismo de Trump ha sido tomado de sorpresas, Macri no sabe más que hacer para que “lluevan” esas inversiones que no llegan, el transpacífico está parado, los TLC bloqueados y menos mal que no ganó Le Pen porque estaríamos mas desconcertados.

Es cierto, el escenario para nuestros hermanos de Brasil es incierto. Pero en medio de tantas tormentas, aprovechemos y preguntémonos valientemente, ¿Qué es la democracia?

por Maximiliano Olaverry

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