Inundemos de feminismo la política

Hasta hace muy poco tiempo una parte importante de la izquierda uruguaya parecía tenerle miedo a la palabra feminismo. Alcanzar las igualdades de clase han sido la base constitutiva de las luchas de la izquierda, pero por el camino algunas se dieron cuenta (y digo en femenino porque fueron mujeres quienes comenzaron a levantar la voz), que no alcanzaba con la lucha de clases, porque adentro de éstas cabían otras desigualdades. 

El feminismo es una idea revolucionaria. Las mujeres tenemos iguales derechos que los hombres y no sólo queremos que eso se diga o que se escriba. Tenemos iguales derechos y queremos que se pongan en práctica. Exigimos ‘igualdad sustantiva’ como se le llama. Para eso, el feminismo nos ha enseñado otra forma de mirar y de entender la realidad. 

En la revolución industrial surge la figura de “el ama de casa”: cuidadora de la fuerza trabajadora del hogar. El ama de casa garantiza además el cuidado de las generaciones de futuros obreros que aportarán progreso a la sociedad. A medida que el capitalismo fue avanzando en nuestros países, el sistema se fue valiendo cada vez más de esa fuerza de trabajo “invisible” que posibilita que el empleado o el obrero tengan solucionado un montón de cosas que hacen a su subsistencia y la de los suyos y que son parte de la vida cotidiana. Ese trabajo que no es remunerado sustenta al sistema capitalista. Ese trabajo que mayoritariamente desempeñan las mujeres representa el 23% del PBI de nuestro país. La alianza capitalismo – patriarcado, parece evidente. 

A su vez, las mujeres estamos en el Uruguay en el mercado de trabajo desde hace décadas; la cantidad de horas que dedicamos al trabajo no remunerado, reduce las posibilidades de acceso a mayor cantidad de horario, mayores salarios y aumenta las brechas salariales y económicas entre hombres y mujeres. Entonces, no es sólo una cuestión de clase también es una cuestión de género. 

Esta historia muy resumida tampoco fue la de toda la humanidad, las mujeres y hombres negros fueron esclavizados a lo largo y ancho del planeta y nuestro país no fue la excepción. Las mujeres que llegaron a estas tierras durante la colonia, provenientes de los barcos esclavos, continuaron mayoritariamente en tareas domésticas al servicio de las clases dominantes (Mujeres incluidas). Tampoco es sólo una cuestión de hombres  y mujeres. El feminismo nos ha enseñado que no somos iguales todas las mujeres ni todos los hombres. También es una cuestión de raza. 

Hace pocas semanas tuvimos el privilegio de tener en nuestro país a la académica y activista Ángela Davis, quien nos habló que el feminismo debe ser inclusivo. “Hacer visible lo invisible” (Margareta Wahlström 2018). Porque debemos entender que, a partir de las diferencias percibidas de sexo se construyen relaciones de subordinación y de poder que son constitutivas de las relaciones sociales (Scott 1998) y que se mezclan con otras variables como la edad, la raza, la etnia, la clase social, el lugar en donde vives, tu orientación sexual y tu identidad de género

Como izquierda debemos pensar que la medida de la construcción social es y ha sido el hombre blanco, de clase media alta, heterosexual y de la ciudad. Nuestra obligación ética es inundar nuestro análisis político de feminismo para que nuestras prácticas políticas construyan otra realidad posible. 

Corresponde destacar: El acceso universal a la educación preescolar, las ayudas a madres adolescentes para continuar sus estudios, la reducción sistemática del embarazo adolescente, el Sistema Nacional Integrado de Cuidados, la ley de Trabajo Doméstico, el matrimonio igualitario y las posibilidad de adopción, la ley Integral para personas Trans, el aumento de la licencia paternal, la prohibición de hacer un test de embarazo en un proceso de selección de personal, la reducción de la mortalidad materna a mínimos que nos colocan al frente de toda la región latinoamericana. Son algunas de las políticas públicas que ha venido poniendo en práctica los gobiernos del Frente Amplio desde una perspectiva feminista.  

Pero falta muchísimo para la igualdad sustantiva y por eso se necesita más profundidad en las acciones, en las políticas que mejoren la calidad de vida de todos y de todas: en las condiciones de acceso al empleo, en la reducción de las brechas salariales, en generar un ambiente libre de acoso sexual en las calles, en las plazas y en los trabajos, y fundamentalmente garantizar que ninguna mujer de ninguna edad pueda ser propiedad, mercancía o cuerpo del que se abusa por ser mujer. El Estado debe garantizar la seguridad de toda la población y de todas esas mujeres cuyas muertes pueden ser evitables. El presupuesto para la prevención, atención y seguridad en violencia machista ejercida hacia las mujeres debe ser aumentado. 

En eso estamos para un 4to. gobierno del Frente Amplio, para profundizar y mejorar la política desde el feminismo. 

 

Ana Gabriela Fernández 


“Uruguay es la esperanza de América Latina”

Con una sencillez que cuesta imaginar en alguien que hace más de cinco décadas viene inspirando a generaciones enteras, Angela Davis visitó por primera vez Uruguay y dejó un aroma a revolución que se respira en clave de feminismo antirracista y anticapitalista.

Junto a la comision de equidad y género de la Junta de Montevideo tuve la gran oportunidad de acompañar en la recorrida que hizo el jueves por el circuito “identidad oculta” una iniciativa de la IM que pretende recuperar la memoria histórica y avanzar en la integración y participación de los afrodescendientes en la identidad ciudadana. A pesar de lo acotado del tiempo, hubo una parada obligada en las viviendas Ufama al Sur, complejo de unidades familiares que nació como la primera cooperativa por ayuda mutua de mujeres, en un espacio de la ciudad por demás simbólico ya que de estos barrios fue expulsada el colectivo afro durante la dictadura. Allí un grupo de mujeres esperaban entre ansiosas y nerviosas la llegada de Angela, que escuchó atentamente las historia de resiliencia en la voz de sus protagonistas, mujeres que pintan canas y que con orgullo narraron cómo en medio de sus trabajos, los cuidados de la familia y las mil adversidades, pudieron levantar las paredes de lo que fue el primer logro en materia de acciones afirmativas respecto al derecho a la vivienda de la población afrodescendiente sin exclusión y que hoy es el ejemplo a seguir por otras tantas familias que esperan poder acceder a su vivienda. En medio de esas históricas mujeres que le han puesto el cuerpo a la lucha por el reconocimiento de derechos a la comunidad afro, también hubo tiempo para recordar aquellos días en los que desde este rincón del mundo también se reclamaba por su liberación y que ella agradeció profundamente emocionada. Y en medio de ese clima, Angela fue despedida entre palmas y bailes improvisados como agasajo a una referente que enamoró con su presencia.

La siguiente parada fue en la Casa de la Cultura afrouruguaya, donde un salón repleto esperaba para escuchar la voz poderosa de esta mujer que en su juventud fue la más representativa pantera negra y que hoy recorre el mundo levantando la voz en defensa de los más vulnerables, de las poblaciones oprimidas por este sistema capitalista que tiende a derechizar a la sociedad y que reclama a gritos que un feminismo amplio, donde quepamos todos y todas sea capaz de cambiar el rumbo a una sociedad más justa.

Estos pocos días que Angela Davis visitó este rincón del mundo alcanzaron para que reconociera en Uruguay un país que es la esperanza de América Latina, que vivimos en un país que ha enriquecido su legislación reconociendo derechos y asegurando el ejercicio de los mismos. Que tenemos un largo camino a recorrer para que la justicia social deje de ser una meta a alcanzar para ser una realidad que nos alcance a todos y todas pero desde que el Frente Amplio es gobierno, estamos caminando con paso firme y seguro y más temprano que tarde, llegaremos.


La consulta

A través de este corto (Click aquí para verlo), la artista visual y activista Yolanda Domínguez nos presenta con la ironía como medio, algunas de las situaciones que las mujeres en todas partes del mundo vivimos todos los días sólo por el hecho de ser mujeres en un sistema patriarcal, donde los hombres ocupan casi en exclusividad los ámbitos de poder político, económico, social, religioso y militar, reafirmando constantemente su masculinidad y privilegios.

La discriminación que atraviesa a todas las mujeres, en especial a las mujeres pobres, a las mujeres afro, a las mujeres migrantes, a las mujeres trans, a las mujeres en situación de discapacidad, a las mujeres privadas de libertad, la brecha salarial, la exigencia a derribar los obstáculos que aún hoy se presentan con respecto a la interrupción voluntaria del embarazo, el acoso callejero, la explotación sexual de niñas y mujeres, el reclamo a ocupar espacios de decisión en el sistema político y sindical, el reconocimiento de los cuidados como trabajo no pago, el cese a la violencia que se ejerce sobre nuestros cuerpos y la denuncia a un sistema que la mayoría de las veces transforma a la víctima en culpable, son algunas de las reivindicaciones que se hicieron presentes en la jornada del pasado 8 de marzo en nuestro país.

Pero quienes paramos y marchamos al color violeta lo acompañamos con el pañuelo verde, símbolo de la lucha de nuestras hermanas argentinas por el aborto legal, gratuito y seguro y también reclamamos por una maternidad no obligatoria, en especial cuando se trata de niñas violadas obligadas a gestar, porque las niñas son niñas; no son madres.

Quienes paramos y marchamos también levantamos carteles con la foto de Marielle Franco porque quienes quisieron callarla, la convirtieron en un ejemplo a seguir en la lucha por los derechos de las mujeres negras y pobres.

Paramos y marchamos levantando la misma voz y sosteniendo los mismos carteles que las mujeres del mundo entero, porque las injusticias de este sistema nos atraviesan a todas y porque sabemos que juntas somos poderosas, como dice alguna de las tantas consignas que las generaciones más jóvenes han sabido difundir.

El 8 de marzo se ha transformado en una herramienta, en una acción, en una forma en que las mujeres podemos expresar nuestro paro de las actividades, roles y gestos que nos confirman en estereotipos arraigados en la sociedad.

El 8 de marzo, las mujeres lo vivimos desde lo personal y también desde lo colectivo como un proceso que inicia mucho antes del mismo día de la marcha e involucra el encuentro con otras mujeres, organización, charlas, discusiones a la interna de los sindicatos, reflexión colectiva en los medios de comunicación, en reuniones familiares, en grupos de amigos, en centros educativos y hasta talleres para elaborar juntas carteles que levantar con orgullo en medio de una marea de gente.

El 8 de marzo las mujeres nos encontramos en un espacio que para nosotras es seguro, por eso cantamos, bailamos, gritamos, nos abrazamos y hacemos partícipes a los más pequeños de la familia porque estamos convencidas que somos protagonistas de un cambio de paradigma y que la crianza en igualdad es el inicio de un nuevo sistema de valores donde las mujeres ya no seamos ciudadanas de segunda y los hombres no carguen sobre sus espaldas el peso de ser el “sexo fuerte”, proveedor y protector que tiene prohibido el mundo sensible.

El 8 de marzo las mujeres paramos y marchamos por todas las mujeres; por las que no pudieron parar y por las que ya no están; paramos y marchamos para defender los derechos conquistados y también por lo que aún queda pendiente; las mujeres paramos y marchamos porque otra sociedad es posible y nuestra lucha es el motor de los cambios.


#8M: Juntas somos más fuertes

Transcribimos invitación leída en la Junta Departamental de Paysandú por nuestra compañera Rosanna Cabillón, edila de Casa Grande para unirse al paro y marcha del #8M2019.

Está llegando el #8M2019. De paro, unión y lucha. Una vez más vamos a demostrar al mundo nuestra fuerza colectiva. En las calles, en las redes, en cada casa, en el trabajo, en todos lados. Volvamos a mostrar al mundo que somos IMPARABLES Y ESTAMOS JUNTAS. El 8M es nuestro, el tiempo es ahora.

Paramos por la construcción de un feminismo antirracista, antipatriarcal, anticapitalista, en contra de las violencias machistas, en contra del transodio. Paramos por las gurisas desaparecidas, víctimas de trata y explotación sexual. Por un feminismo transversal que integre todas las maneras de habitar la corporalidad.

El feminismo es un movimiento social que quiere la igualdad de género. Nuestra sociedad es tristemente patriarcal y precisamente por ello, la sororidad y la lucha feminista son mas fuerte y esperanzadoras que nunca.
La sororidad es un pacto social, ético y emocional construido entre mujeres. Es saber ante todo, que juntas somos más fuertes que por separado, que el empoderamiento solo es posible si creamos fuertes alianzas entre nosotras. La sororidad es una revolución que va de dentro hacia fuera. Primero tomando conciencia de lo que una es, de lo que merece y de lo que no está consiguiendo en una sociedad que lamentablemente, sigue siendo marcadamente patriarcal. Más tarde, esa conciencia debe impregnarse en cada mujer que nos encontramos en nuestro día a día, apoyándola, visualizándola y reparando la feminidad astillada con el objetivo de empoderarnos mutuamente.

El concepto va mucho más allá de ser amigas, hablamos de hermandad, de complicidad femenina, de un principio ético entre nosotras donde disponer de una mentalidad transformadora, así como de un compromiso social que no se limite sólo a alzar una pancarta de vez en cuando en una marcha. La sororidad nos permite recobrar nuestro poder como mujeres que se nutren a sí mismas y que nutren a las demás. Somos dadoras de empatía, receptoras de hermandad, de un vínculo donde juntas somos mejores que en soledad.

La educación feminista es vital en las niñas de hoy, dado que
serán las mujeres del mañana. Ahora que la cultura y la ideología han evolucionado, podemos ofrecer a nuestras hijas una formación y unos valores feministas que harán que la sociedad mejore y asuma la tan necesaria igualdad. Es necesario transmitirles valores que potencien su personalidad, su intelectualidad, que se sientan libres de crear y explorar, que las empoderen y le den confianza en sí misma para sentirse un ser completo sin depender de nadie más. Educar en el feminismo es empoderar las elecciones sobre el propio cuerpo.

No es casual la emergencia de un nuevo movimiento de mujeres después de muchas décadas en que el feminismo fue algo reducido a los libros, pero no se había visto un movimiento de mujeres en las calles. Nos quedan muchas discusiones que dar dentro de los feminismos.

Este es un momento histórico que estamos viviendo, que es producto de una rebelión feminista que se viene gestando desde hace tiempo: es el Ni una menos que dijo “si nuestro trabajo no vale, produzcan sin nosotras “; es la marea de pañuelos con las reinvindicaciones. Somos todas en las calles diciendo BASTA a una cultura devastadora de violencia machista.

El camino hacia la igualdad no tiene fin, pero será más fácil si lo recorremos juntas, codo a codo. Es por eso que debemos mantenernos más unidas que nunca y no olvidar a todas las mujeres asesinadas en manos de sus parejas o ex parejas.

No vamos a cansarnos de luchar hasta que cesen los femicidios y no haya ni una mujer menos por culpa de la violencia machista. El 8M marchamos y paramos, gritamos y exigimos: fin de los femicidios; frenar los abusos en las infancias; autonomía de nuestros cuerpos; no más desigualdad económica y cultural y libertad de nuestros deseos.

En Paysandú nos preparamos: se realizaron Asambleas formativas y recorrida por los barrios, se hicieron talleres buscando sensibilizar, informar y empoderarse, tratando temas de inclusión y diversidad. Romper con los estereotipos de género, visibilizar las desigualdades que afectan particularmente a las mujeres, romper con tabúes y brindar las herramientas para que las adolescentes puedan enfrentarse al mundo con un bagaje amplio de información.

Somos muchas para tomar las calles en Paysandú, en el País y el Mundo.
Que se escuche más que nunca: MARCHAMOS JUNTAS! VIVAS NOS QUEREMOS!


Una mujer valiente con una corona en la cabeza

El 21 de marzo se conmemoró el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial. En el marco de esta conmemoración y en el Mes de las Mujeres, la presencia de Angela Davis ha iluminado la ciudad de Montevideo.

Para las más veteranas, Angela Davis es la “Black Panther” más famosa, la viva imagen de los movimientos antirracistas en el mundo, cuando África se descolonizaba lenta y tardíamente, y se convertía en el último continente a ser abandonado por un imperialismo moribundo pero tenaz. Pero también es la viva imagen de la lucha de las izquierdas contra la represión del imperialismo norteamericano en plena Guerra Fría. Una presa famosa. Una comunista en Estados Unidos. Una negra en tiempos de apartheid. Una mujer atravesada por todas las desigualdades. Más famosa que otras tantas, porque su vida ha sido un grito de rebelión en el corazón mismo del imperio. Angela era también para nosotras la de la cabellera más afro, más digna y más bella que habíamos visto nunca. No se aplastaba el pelo, no se lo laciaba, no renegaba de su condición ni la ocultaba: la lucía. Lo usaba tan orgullosamente como una gran corona sobre su cabeza de leona. Su estética permaneció varias décadas e inspiró a muchas generaciones a no copiar modelos estéticos de la “clase/raza dominante” sino a construir los propios. Los nuestros. Los de las clases y géneros y razas dominadas a lo largo y ancho del mundo. Para construir nuestra propia belleza. Y nuestra propia historia.

Para las más jóvenes, Angela Davis es una feminista que supo poner en evidencia las contradicciones entre género, raza y clase. Por eso su libro Mujer, Clase y Raza es tan famoso y tan importante. “La raza es la manera como la clase es vivida”, nos recuerda.

Allí hace un prolijo itinerario de las luchas antiesclavistas y de las luchas por el sufragio femenino, y resalta algo que, en estos días, en el cruce entre feminismo y racismo, resulta fundamental. Que ningún proyecto de nación –ni siquiera el nuestro- fue fundado sin tener como base una sociedad esclavista, y no puede ser pensado –por izquierda- sin una perspectiva descolonizadora. Algo que parece evidente para la izquierda boliviana, pero no tanto para la izquierda uruguaya. Ni siquiera para el feminismo uruguayo, que siempre debe ser alertado sobre la inclusión del “racismo” entre sus denuncias y en sus reclamaciones.

Angela Davis también nos recuerda que no se pueden jerarquizar las opresiones, poniendo unas (las de clase), antes que las otras. Que eso es una mala comprensión del fenómeno de la dominación, porque todas las dominaciones vienen imbricadas. Que la dominación de género no viene “después” de la dominación de clase. Y que la racial está inserta en nuestra biografía como nación.   

El sistema esclavista definía al cuerpo como propiedad. Y en la lucha por la abolición de la esclavitud estuvieron las mujeres. Allí hicieron sus “armas políticas” en un mundo que no les daba ni el derecho al voto. Este concepto de la esclavitud como “cuerpo sometido” (en el límite, diría Aristóteles, como “puro cuerpo”) tendería un lazo entre el abolicionismo y otras luchas, como la lucha por la despenalización del aborto, por la ruptura con la estructura patriarcal del matrimonio y por la liberación del “trabajo doméstico” (esta última, inacabada, claramente, y donde los vínculos de “patronas” y “empleadas” merecen otras tantas reflexiones desde el feminismo).

Y ese lazo también está hoy presente en nuestras luchas contra la violencia de género, el femicidio, el trabajo no remunerado de las mujeres o el derecho a la identidad de género. Porque no somos un “puro cuerpo” sino una voluntad (colectiva), Angela Davis nos recuerda como “intersectar” luchas y evitar falsas contradicciones. La larga historia que su ya clásico libro hace sobre los desencuentros por lo que venía primero, si el voto “negro”, o el voto “femenino”, sirven para ilustrar lo principal: todas las dominaciones están intersectadas. Y nuestra lucha es contra un sistema de dominación.

En estos días en que celebramos las luchas contra el patriarcado y contra el racismo, tener a Angela Davis, con su hermosa corona de leona, nos enaltece. Pero también nos vuelve a recordar otras luchas, entre ellas, la lucha ante un sistema de justicia y castigo que criminaliza a los más pobres, cuya situación solo se recrudecerá con apelaciones de “mano dura” (como las del plebiscito en ciernes, que solo nos haría vivir “con más miedo”). Y, asimismo, nos recuerda que el pensamiento y la praxis, como dice el texto de invitación a su Doctorado Honoris Causa por la Universidad de la República, cuando combinados, son poderosos.  


Feministas y candidatura de Daniel Martínez

Las mujeres sabemos de los múltiples esfuerzos y energías que metemos a la hora de impulsar cambios para abordar este sistema capitalista y patriarcal que nos ahoga y nos deja por momento agotadas.

Hemos aprendido de la sororidad y  a articular todas juntas, las académicas, las militantes sociales y políticas, incluso entre mujeres políticas de otros partidos, para poder sacar adelante a las mujeres más vulnerables, a las más postergadas y a las discriminadas por su raza, origen social, diversidad sexual.

En este recorrido, hemos aprendido que nos representamos con el cuerpo, pero también que hay varones que luchan en pie de igualdad con nosotras y que son capaces de quedarse junto a nosotras, defendiendo nuestros derechos y nuestras posturas, porque comprendieron que nosotras luchamos por un mundo mejor, por más derechos para todos. Por eso la ley de violencia integral abarca también las violencias y los abusos que sufren los varones y hemos luchado por las licencias parentales y porque  los padres puedan estar en el parto de sus hijos.

Es por ello, que esta vez, una multitud de mujeres decidimos apoyar a un compañero que ha militado por los derechos de las y los trabajadores, por los derechos humanos y los derechos de las mujeres y la diversidad. Que ha sido militante sindical y ha recorrido varios poderes del Estado, desde el legislativo, al ejecutivo y departamental, en todos estos lugares ha sido precursor de varias políticas públicas por los derechos y por la igualdad.

Daniel Martínez ha hecho realidad una reivindicación histórica de las mujeres frenteamplistas de la Unidad Temática de las Ciudadanas (Unidad Temática del Frente Amplio), jerarquizando la Unidad de Género e incorporándola al Gabinete Departamental, dotándola de mayor presupuesto y transversalizando, en todas las políticas públicas departamentales, la igualdad y los derechos de las mujeres. Ha fortalecido las comunas mujeres en todo el territorio departamental e impulsado un nuevo plan de igualdad para todos y todas. Le ha dado apertura a las ideas de jóvenes y mujeres, incorporándolos al gobierno departamental y apostando a agendas diversas, de las minorías postergadas. Ha creado la Secretaría de la Diversidad y por primera vez la Intendencia de Montevideo tiene una Agenda transversal de Diversidad Sexual e incorporado persona LGTBi a su gabinete. Es un compañero abierto al diálogo, con las organizaciones sociales, con los vecinos y vecinas, que apuesta a las conversaciones frente a frente en el territorio. Y todo esto lo hace con hechos, todos los días.

El no nos va a “enseñar a militar”, porque de eso si que sabemos las feministas, nos va a acompañar en este camino para IMPULSAR los cambios que aun restan por hacer y por supuesto a mejorar lo hecho. Porque aún queda mucho camino para implementar la ley de violencia basada en género, ampliar la cobertura del sistema nacional integrado de cuidados, generar empleos de mejor calidad, avanzar en más viviendas, en la paridad en los cargos y otras tantas acciones en pos de la igualdad y la no discriminación.

Creemos que las feministas nos representamos con nosotras mismas y también con los compañeros que en la calle y codo a codo, luchan por la igualdad y el reconocimiento de más derechos junto a nosotras. Ante todo, construyamos unidad y compromiso con nuestras causas. Arriba el Frente Amplio!! Por lo que aún queda por hacer y lo que queda por mejorar, se viene un Cuarto Gobierno!

#ImpulsoFeminista

Andrea Venosa


La pedagogía de un paro de mujeres

Constanza Moreira

Como cada ocho de marzo, estos últimos años hemos decidido hacer un paro. Si, una huelga. Y como cada ocho de marzo cuesta explicar –muchísimo- que este es un paro de mujeres. ¿Por qué un paro de mujeres? dicen los hombres. ¡Queremos solidarizarnos con ustedes! ¡Queremos parar todos!.

¡No, no, no! Es un paro sólo de mujeres, porque en este día, ustedes van a tener que hacer –también- el trabajo de nosotras. Es un paro pedagógico. Queremos que los hombres se den cuenta de lo que sería un mundo en que las mujeres no trabajáramos. Y donde ellos tuvieran que hacerlo todo. ¡A grandes lecciones, grandes enseñanzas!

Las feministas españolas anuncian “un paro de cuidados”. ¡Qué excelente idea! Imaginémonos un día entero sin cuidar a nadie. Pero imaginémonos, además, que ese cuidado que no prodigamos, lo prodigará otro. Por eso un paro de cuidados también es un paro pedagógico: enseñamos aquello de la “corresponsabilidad” en los cuidados. Para que como sociedad nos hagamos cargo de la fragilidad de la vida. Y para que entendamos que no será posible nunca –ni querríamos- mercantilizar todo el cuidado, y que para que esto sea posible sin explotar a las mujeres, la corresponsabilidad se impone. Sí, un paro “de cuidados”, con corresponsabilidades tan claras como en el mundo del trabajo, es una gran lección de pedagogía feminista.

La pedagogía del paro va más allá: “sin nosotras no se produce ni se reproduce”, dicen las feministas españolas. Hace siglos, Aristófanes escribió una obra de teatro Lisístrata, donde las mujeres hacen huelga sexual para garantizar la paz y poner fin a la Guerra del Peloponeso. ¿Somos concientes nosotras mismas de la cantidad de huelgas sexuales en contra de la violencia que se han hecho en la última década y media en el mundo? Liberia en 2003, Colombia en 2006 y 2011, Kenia y Turquía en 2009, Bélgica y Filipinas en 2011, Togo en 2012….la lista es larga. Un paro feminista es también un paro pacifista, un paro contra las armas, porque las armas se hicieron para matar. Y las mujeres paramos a favor de la vida, y contra toda violencia.

El paro de mujeres transmuta todo lo privado en público. Las marchas del 8 de marzo se transforman en una manifestación política dura, firme, clara: nada sin nosotras. Y dejan de ser sólo una marcha más (por más solidaria, alegre y combativa que sea), para ser un grito de protesta sonando alto.

En este 8 de marzo, queremos corresponsabilidad en todo; en la marcha y en la procesión, en el empleo que se paga y en el trabajo que no se paga, en el poder político que decide, y en la participación política cotidiana que construye. Queremos estar en la foto, y lo que es más importante, queremos sacar nosotras las fotos. Queremos que se diga “presidenta”, “Ministra”, y que nadie nos tire con la Real Academia Española para justificar que todo plural es masculino.


Queremos que cambie el lenguaje y también que cambie el mundo. Y los hombres que lo nombran. Porque este 8 de marzo, es el momento de pasar nosotras a contar la verdadera y silenciada historia del mundo.

Constanza Moreira


De tensiones, antagonismos y cambios. Otro 8 M

El mundo parece que está cambiando con “esto” de las mujeres. Está convocada otra vez un paro y huelga feminista en todo el mundo para el 8 de marzo, bajo el lema “Si paramos las mujeres, paramos el mundo”. La globalización llevada a su expresión de movimiento social global. El tema vuelve al tapete (o quizá no haya dejado de estar nunca en algunos casos): en el almacén, los bares, el trabajo, las redes sociales y las escuelas. Las discusiones se acaloran “Ya no entiendo nada…”; también se polarizan “quieren destruir los valores y buenas costumbres con esto de la ideología de género” y en otros casos se zanja: “yo estoy de acuerdo con esto de la igualdad pero no soy extremista…”.

Estamos viviendo un tiempo de transformaciones que seguramente será estudiado en detalle en las próximas décadas, pero no ha sido el único. Estamos donde estamos porque otras antes que nosotras dieron batalla. Los derechos que hoy gozamos las mujeres y que nos resultaría impensable no tenerlos, no cayeron del cielo. Me gustaría ilustrar algunos momentos de nuestro país.

En el Uruguay del 900, las sufragistas y las obreras con diferentes motivaciones y desde diferentes vertientes lograron colocar “la cuestión femenina”. Reivindicar el derecho al voto como “piedra angular de todos los derechos” por parte de unas y reivindicar “igual salario para igual trabajo” por parte de las otras. El camino no estuvo exento de tensiones y discusiones. ¿Se aceptaba la creación de la Universidad Femenina que proponía el 2º gobierno de Batlle en 1911? Si estamos de acuerdo con una educación mixta no queremos separar por sexos. ¿Pero esta Universidad de mujeres no va a lograr que más mujeres puedan acceder a la educación superior cuando los prejuicios de sus familias no las dejan ir de otro modo?

En 1938 cuando las mujeres votaban por primera vez en Uruguay, luego de la ley aprobada en el ´32 y de la interrupción por la dictadura de Terra. La revista Mundo Uruguayo titulaba “Las mujeres votan – ¿Qué más pueden pedir?”. Se había conquistado el voto pero, aún a regañadientes para algunos, Uruguay seguía alimentando el mito de la igualdad y de la excepcionalidad en la región por los derechos conquistados. Sobraban argumentos.

Sin embargo, al mismo tiempo, las feministas de la época intentaban seguir entendiendo cómo eran los procesos de ejercer los derechos civiles y políticos y cómo las trampas aparecían por otros lados. Paulina Luisi fue de las que se indignaba cuando analizaba los mecanismos que operaban para la preferencias de candidatos entre las mujeres.

Los movimientos continuaron para que en 1946 se obtuvieran los derechos civiles, esos que nos permiten ser titulares de una cuenta en el banco, de una casa o de la cuenta de la UTE. ¿Sabía usted que había sido hace tan poco? Piense cuántas veces le enseñaron la 2º guerra mundial. Bueno, ya había terminado y casi nunca le enseñaron que sus abuelas pelearon por ser dueñas de sus cosas.

Más adelante en el tiempo, la generación del `68 nos dejó además del movimiento estudiantil, las movilizaciones pacifistas y los hippies, mujeres que peleaban para decidir sobre sus cuerpos, por la píldora anticonceptiva, la sexualidad y el matrimonio, entre otras cosas. En Uruguay y la región, algunas voces hablaron de que las mujeres intentaron tener roles de protagonismo en los movimientos revolucionarios de la época: “la revolución dentro de la revolución” (1). A todo esto que la dictadura pone una tapa sellada por varios años.

A la salida de la dictadura, un importante movimiento de mujeres incide para que una de las Mesa de Concertación Programática sea la de “la Mujer” en donde se discuten temas vinculados al trabajo, la salud, educación, cultura, participación política y que continúa, ya establecida la democracia. Las manifestaciones públicas llenas de mujeres y la consigna de “lo personal es político” se instalan en Uruguay con la frase que asimilaba a “democracia en el país y en la casa”; se reclamaba por igual salario a igual trabajo, jubilación para las amas de casa y primeras denuncias de violencia doméstica.

La fractura entre “feministas de izquierda” y las “feministas liberales” reaparece a partir de las posiciones asumidas para el Referéndum que quería anular la “Ley de Caducidad de la pretensión punitiva del Estado”, en 1989.

El final del siglo XX y lo que va de este siglo, el movimiento y las conquistas han ido en aumento. La violencia hacia las mujeres pasó de ser un tema que sólo preocupaba a algunos grupos de mujeres, a ser una política de Estado, por citar sólo un aspecto. Las áreas en torno a los temas de “las mujeres” se fueron ampliando y en esa ampliación de temáticas y espacios de participación surge la diversidad, las tensiones y las divergencias de cómo encarar algunos de los temas. “Que si eres una feminista en el Estado te volviste patriarcal porque no hay otra manera”; “Que las feministas radicales se pasaron de la raya en aquellas manifestaciones”; “Que si cediste un par de artículos en la ley ya eres funcional al sistema y las organizaciones de mujeres no queríamos eso”. Yo creo que nos necesitamos unas a otras desde cada lugar.

Algunos de estos repasos nos muestran que el camino está marcado por puntos álgidos, antagonismos y resistencias. Hoy estamos en uno de esos tiempos: como cuando las mujeres se encadenaban para reivindicar el derecho al voto. ¿No fueron tildadas de extremistas? A lo mejor, dentro de cien años, las jóvenes pueden circular por las calles sin que las acosen o pueden volver tranquilas a casa sin que las violen y las generaciones futuras estudiarán que a las manifestantes del 8M las tildaban de extremistas, allá por 2019. Vengan a la marcha, nos necesitamos para construir una sociedad mejor.

(1): Rodolfo Walsh (1927- 1976). Periodista y novelista argentino. Citado en Diana, Marta (1996). Mujeres Guerrilleras. Buenos Aires, Planeta

Ana Gabriela Fernández


Feminismo y candidaturas presidenciales: evitando las falsas paradojas

En estos días de precandidaturas y elecciones, a las feministas se nos presenta lo que parece ser un escollo difícil de superar: ¿por qué habiendo una mujer precandidata a la Presidencia, no la apoyamos? ¿Por qué, en cambio, apoyamos a un hombre? Y a propósito de la campaña de lanzamiento del #impulsofeminista, ¿por qué la mayoría de los sectores del Frente Amplio (FA) cuyas listas (y liderazgos) son femeninos como el Partido Socialista, Casa Grande, Ir y Par, apoyan a un hombre y no a una mujer? ¿No es paradójico?

Inútil sería señalar el recorrido transitado: ya hubo una precandidatura femenina a la Presidencia de la República y no recibí el apoyo de muchos sectores, ni tampoco de algunos grupos cuyos liderazgos eran femeninos. Y, si bien es cierto que una parte del feminismo apoyó y le dio aliento a mi candidatura presidencial, también es cierto que esa candidatura “con cuerpo de mujer” representaba otras cosas, otras aspiraciones, otras ideas, que también estaban en juego en esos apoyos. Se representa con el cuerpo, y también se representa con las ideas.

Cuando Mónica Xavier se presentó como candidata a la presidencia del FA, era la única mujer que lo hacía. Y, aunque muchas, muchísimas mujeres del FA la votaron, una buena parte de los sectores no lo hicieron, y muchas feministas que integrábamos otros sectores, no la votamos.

La pregunta sobre lo que sucede ahora, es la misma pregunta sobre lo que sucedió entonces, y merece una reflexión similar. Pero hoy se plantea con más fuerza, justamente, porque el movimiento feminista ha crecido y se ha fortalecido en estos años. Y bienvenida la interpelación. Es muy bueno reflexionar sobre esto.

No votamos mujeres porque sean mujeres. Eso es una representación “descriptiva”, pero no es una representación “sustantiva”. Creemos firmemente que hay que apoyar y alentar una mayor participación de mujeres en la vida política. Por eso votamos la cuota. Y por eso muchas de nosotras creemos que debemos impulsar mujeres en todos los lugares y espacios políticos (en las listas, las candidaturas, en los gabinetes), e hicimos y seguimos haciendo una práctica política concreta sobre ello impulsando listas paritarias, luchando dentro de nuestros partidos por estas causas y, sobre todo, desnudando la cultura patriarcal que anida en nuestras organizaciones.

También es cierto que muchas veces acceden mujeres que no representan “al feminismo”. Muchas veces llegan mujeres que son funcionales al patriarcado (y por eso los jefes políticos las eligen). Pero nosotras, trabajamos con ellas para unirlas a la causa feminista desde dentro, tratando de conformar la llamada “masa crítica” en política, y de pasar de la representación “descriptiva” (ser mujer o joven o afrodescendiente) a la representación “sustantiva” (tener sensibilidad de género y promover políticas en esa línea).

La falsa paradoja reside en confundir las funciones de la política “de las ideas” y la “política del cuerpo”, y la representación “descriptiva” de la representación “sustantiva”. Votamos ideas y votamos cuerpos. Y si las ideas y los cuerpos coinciden, excelente. Pero no siempre las ideas y los cuerpos coinciden. Las mujeres hemos escuchado hasta el cansancio que “Margaret Thatcher era mujer” por parte de muchos compañeros de la izquierda que nos objetan esa defensa irrestricta de las mujeres. Sí, Margaret Thatcher era mujer, pero representaba ya no lo peor del patriarcado, sino lo peor del movimiento conservador.

Las mujeres que representan al Frente Amplio, sin embargo, comparten un conjunto de conceptos e ideas de izquierda. Pero aun en ese campo común de la izquierda, hay sensibilidades y preferencias distintas. Estamos inmersas en un mundo de prácticas de izquierda que no dejan de ser muchas veces autoritarias, machistas u homofóbicas, a pesar de que hemos sido quienes impulsamos la participación democrática, las leyes contra la violencia de género o el matrimonio igualitario. Pero en torno a esas prácticas (y su evaluación) hay sensibilidades y preferencias distintas. Y eso es lo que está en juego aquí.

Votamos cuerpos, pero votamos ideas y prácticas. Quienes optamos por Daniel Martínez, y lo defendemos desde el feminismo, no sólo valoramos su práctica concreta en estos temas (como el impulso a la paridad de género y a la renovación generacional en su gabinete), sino también en otras prácticas y decisiones políticas (como el etiquetado transgénico o el combate al uso del glifosato por parte de la Intendencia de Montevideo), y reconocemos una trayectoria coherente en el itinerario de vida política de la izquierda, con la que podemos identificarnos. Y también reconocemos un lugar desde donde podemos pensar, incidir, crecer y reconocernos mutuamente, a despecho de tantas diferencias que tenemos. Porque es un liderazgo participativo, abierto y creado a pesar de que “los padres” del Frente Amplio nunca lo hayan reconocido del todo. Es, en ese mismo sentido, un liderazgo antipatriarcal.

Ayer, en el lanzamiento de #impulsofeminista en el marco de la campaña de Daniel Martínez, todo esto estuvo en juego. La posibilidad de reconocernos como mujeres políticas y de articular esfuerzos y preocupaciones por la violencia y la desigualdad de género en todos sus aspectos. Elegir es parte de la libertad humana. Y las razones que llevan a una feminista a elegir a un precandidato hombre son muchas, complejas, concretas y, sin duda, resultado de la experiencia aprendida. Y ninguna feminista denigra a otra feminista. Porque sabemos que así no creamos sororidad, la solidaridad entre las mujeres. Y el campo que nos une debe ser siempre generoso y abierto a la comprensión de todas las razones y de todas las preferencias.

Después, en algún momento, volveremos a estar todas juntas y todos juntos. A construir desde ahora.


En marcha por los cambios


El 8 de marzo de 2018, 300.000 personas en las calles y en cada localidad del país. Una convocatoria a la huelga mundial de mujeres para celebrar nuestro día sin precedentes. +