Nada sin nosotras



El 8 de marzo del año pasado, las mujeres del mundo tomamos las calles y le dimos un gran susto al patriarcado. En medio de paros y manifestaciones pacíficas, nosotras, las mujeres, nos reconocimos en una misma lucha; ahí estábamos las veteranas y las más jóvenes; las que percibimos salario y las que no; las que cuidamos, porque las mujeres siempre cuidamos; las que son madres y las que no lo somos; las que profesan alguna religión y las que no lo hacemos; las que militamos en movimientos sociales, en sindicatos, en partidos políticos, en comisiones de fomento y las que no; un abanico de mujeres tan diferentes como iguales en sus reivindicaciones: en el día de la mujer, el reconocimiento de nuestros derechos, a la vida en primer lugar –en un mundo donde el porcentaje de femicidios crece ferozmente-, y a la igualdad de género, ni más ni menos, igualdad como respuesta a un mundo donde el poder reside en hombres que reproducen relaciones de desigualdad.

A casi un año de aquella postal que mostraba la avenida principal de Montevideo inundada de mujeres vestidas de negro y violeta, podemos decir que 2017 se coronó como un “año feminista”. A pesar que aún hay quienes le tienen miedo a esta palabrita, porque aún no terminan de entender que el feminismo no quiere exterminar a los hombres  -tranquilos…eso sólo podría suceder en una novela de ciencia ficción- ni hacerlos sus esclavos ni nada por el estilo, podemos decir que el feminismo se coló por todos los huecos de esta sociedad conservadora. El feminismo estuvo presente en las redes sociales, en programas de televisión y radio, en discusiones parlamentarias con la aprobación de leyes importantes para las mujeres, en discusiones sindicales, en los couplés de las murgas y hasta mereció algún comentario del Cardenal Sturla. La mirada feminista interpeló todas aquellas actividades donde los hombres copaban los espacios de visibilidad y juzgó duramente las acciones y comentarios machistas, ya sea en la sobremesa familiar como a personalidades públicas. El feminismo hizo oír su voz el 8 de marzo para no volver a callarse.

Sostenía Rosa Luxemburgo que “quien es feminista y no es de izquierdas, carece de estrategia. Quien es de izquierdas y no es feminista, carece de profundidad”. Sin dudas que 2017 fue el año en el que el Frente Amplio se hizo más profundo: cerramos un Congreso donde asumimos ser una fuerza antipatriarcal y en un Plenario Nacional, resolvimos ir más allá de la ley de cuota votada en el Parlamento, asumiendo la “representación igualitaria de hombres y mujeres en todos los cargos electivos que se postulen”, la tan reclamada paridad, esa misma paridad que tuvimos que demandar cuando nos invitaron a un acto con oradores todos hombres.

Celebrando los avances que nos dejó el pasado 8 de marzo y anticipando un año de definiciones trascendentes, invito a mis compañeras y compañeros del Frente Amplio a exigir la presencia de mujeres en la danza de nombres hacia las elecciones presidenciales y a defender la igualdad de condiciones en esta carrera. Tuve la enorme oportunidad de participar en la campaña de la única mujer que se animó a disputar poder en las pasadas elecciones y no fue fácil. Por suerte la coherencia, la alegría, la creatividad, el cariño de la gente y sobre todo la convicción de que estábamos haciendo lo mejor para el propio Frente Amplio, pudieron hacerle frente a la desigualdad de recursos, de minutos en los medios de prensa y a la lupa gigante que teníamos sobre nuestros hombros.

Porque las mujeres somos indispensables en la construcción de una sociedad más justa y porque no concebimos una fórmula presidencial que represente al Frente Amplio donde las mujeres estemos ausentes, este 8 de marzo levantemos bien alto la bandera de la participación política de las mujeres.

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