¿Cómo llegar a ciudades 50/50?



Hace dos semanas fui invitada a discutir sobre esta pregunta en el marco de un seminario que refería principalmente a la participación política de las mujeres. La paridad está siendo discutida en varios ámbitos, pero hay mucho aún por compartir y entender sobre su concepto.

Se estima que para 2050 el  66% de la población mundial será urbana y este proceso no es ajeno a lo que sucede en América Latina y en nuestro país. La socióloga Saskia Sassen (2007) propone volver a las ciudades como espacios estratégicos para entender el orden social contemporáneo y plantea analizar las nuevas configuraciones sociales en medio de viejas condicionantes.

Esas viejas condicionantes que describe Sassen son: las desigualdades, las pandillas, el desamparo, la movilidad, el poder y la política. En esta oportunidad proponemos además analizarlo desde el punto de vista de género como variable que estructura las relaciones sociales e incluyendo la temática medioambiental. En todo el mundo, pero especialmente nuestras ciudades en América Latina, están expuestas cada vez más al impacto de los eventos climáticos que provocan desastres con consecuencias humanas y económicas cada vez mayores. El modelo de desarrollo hegemónico aumenta las vulnerabilidades sociales en las ciudades y se debe pensar el impacto desigual que tienen estos fenómenos en hombres y mujeres.  

Por tanto, preguntarse por ciudades 50/50 es más que la representación política paritaria, es encontrar los mecanismos que nos permitan analizar todos los fenómenos que se producen en las ciudades desde una perspectiva de la igualdad de género, de sostenibilidad ambiental y por tanto que garantice el pleno ejercicio de los derechos humanos.  

En primer lugar debemos desagregar las desigualdades que se configuran en las ciudades como las socioeconómicas, de raza, etnia, identidad y orientación sexual, edad y territorio entre otras, que combinadas con las desigualdades de género determinan experiencias diferentes en las ciudades y condicionan situaciones de mayor vulnerabilidad de la población ante un desastre. Pensemos por ejemplo, dónde vive cada habitante de nuestra ciudad y sus posibilidades de enfrentar la última inundación en San José en 2016.

Las pandillas son fenómenos cada vez más frecuentes en nuestras ciudades y ocupan diferentes territorios en ellas. ¿Cómo planificamos los espacios públicos urbanos para la prevención de ocupación del territorio por grupos específicos? En la planificación debemos pensar hacia quiénes van dirigidos, cómo construimos la ciudadanía a través de los espacios públicos y proponemos ciudades seguras para las mujeres en cuanto a la iluminación, el acceso y los nombres que colocamos a lugares y calles que represente a toda la ciudadanía. Pero además, si estamos realizando un plan de ordenamiento territorial como es el caso en San José, debemos tener en cuenta las posibles amenazas de origen natural que está expuesta la ciudad, autorizar construcciones acordes y pensar esos espacios públicos que son  ocupados por unas y otros.

Preocuparse por el desamparo de la población urbana refiere al acceso a bienes y servicios sociales, económicos, culturales, educativos, deportivos. Pongamos algunos ejemplos en forma de pregunta: en un plan de vivienda ¿quiénes acceden? Necesitamos pensar en condiciones para que no excluyan el acceso a la vivienda. ¿Cómo es el acceso a la formación como posibilidad de empoderamiento de las mujeres? ¿Cómo se democratiza la cultura asegurando el acceso de todos y todas? Luego de un evento de desastre, tal vez como pasó en Dolores hace dos años, también tenemos que pensar en las oportunidades de reincorporación de hombres y mujeres a la actividad productiva, el acceso a la vivienda en condiciones de igualdad y las situaciones de violencia que se ponen de manifiesto en los arreglos transitorios de hospedaje o albergue.

La movilidad de las ciudades tiene que ver  con el fenómeno de las migraciones tan presente en nuestro país. Migración del campo a la ciudad y migrantes que llegan de otros países. ¿Cuáles son las condiciones de mujeres y hombres migrantes? ¿Cuáles son las rutas de migración en nuestro país? ¿Por qué causas? ¿Económicas, ambientales, de violencia? A menudo, luego de un evento catastrófico se produce una importante movilidad de la población. Las personas migrantes suelen presentar mayores vulnerabilidades sociales que condicionan su situación de vida en las ciudades. Ante algunos eventos como la sequía, se observa que las mujeres suelen quedarse al frente de las familias gestionando la comida en condiciones de escasez de alimento y los hombres se instalan en las ciudades, por lo que debería ser un aspecto a atender y estudiar.

El poder en las ciudades suele determinar quién toma las decisiones tanto en el ámbito público como en el privado, por tanto, es necesario pensar los mecanismos de participación y consulta que se definen desde las políticas públicas. En esos procesos participativos debemos pensar los vínculos con la sociedad civil de mujeres y feministas y las empresas privadas comprometidas con la igualdad. A su vez, la toma de decisiones ante un desastre tiene que ver con los planes que se elaboran para que las ciudades estén preparadas ante un evento que puede llegar a ser un desastre. ¿Quiénes participan en la elaboración de ese plan local de gestión del riesgo de desastres? ¿Se incluyó a toda la ciudadanía? De esta manera se podrían aprovechar al máximo las potencialidades de todos los recursos y redes comunitarias.

El último de los elementos que plantea Saskia Sassen es la política, porque es la política la que define las ciudades que tendremos, la que propondrá planes de igualdad a todos los niveles, la que establecerá los mecanismos de paridad en el ingreso y trayectoria en la administración pública y la que asignará presupuestos (para todo lo que hemos desarrollado antes también) entre muchos aspectos. Por eso, la participación, acceso y representación política se vuelve relevante también para definir los planes de prevención, mitigación, respuesta, recuperación y rehabilitación de los desastres que incluya a las mujeres.

Las ciudades 50/50 implica pensar a futuro y planificar los mecanismos que nos aseguren ciudades sostenibles ambientalmente, resilientes a los eventos catastróficos cada vez más frecuentes e igualitarias para toda la ciudadanía. Algo más que matemáticas en las listas electorales o igualdad numérica.

 

Ana Gabriela Fernández – Edila por Casa Grande en San José

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