Niñez y adolescencia en la Ley Integral Trans



Con mucho dolor vemos cómo la prensa de nuestro país quiere seguir confundiendo y creando opiniones falsas cuando se trata de tomar decisiones acerca de las poblaciones que más han sido vulneradas en la historia del Uruguay. Hoy es el caso de la población trans y en especial del artículo que refiere a niñez y adolescencia de la Ley integral Trans.

El artículo 17 de esta Ley dice que “todas las personas mayores de 18 (dieciocho) años de edad podrán acceder a intervenciones quirúrgicas totales y parciales o a tratamientos integrales hormonales para adecuar su cuerpo, incluida su genitalidad, de acuerdo a su identidad de género autopercibida, sin necesidad de requerir autorización judicial o administrativa.”

La niñez y adolescencia trans ha sido históricamente reprimida, negada, patologizada y medicada a lo largo y ancho no sólo de nuestro país sino de toda América Latina. Pareciera como si la identidad de género apareciera al cumplir la mayoría de edad. Estas negaciones principalmente en el seno familiar, luego en el tránsito escolar y en diferentes ámbitos llevan, según los estudios académicos y las historias de vida, a que aumente la angustia y la depresión de las personas que logramos llegar a la adultez habiendo vivido una vida de dolor y culpabilidad por nuestra identidad de género, pero también llevan a que muchas personas no lo logren y terminen en suicidios y/o intentos de suicidios, sin mencionar la desafiliación temprana del hogar en especial en mujeres trans y transitar una vida de riesgos con una expectativa de vida en Uruguay de no más de 45 años.

Vale la pena aclarar que la identidad de género no es una elección como se dice popularmente, sino que es algo que se siente, que se autopercibe. Nadie en su razonamiento elegiría transitar un camino por el cual se es vulnerade, reprimide, y discriminade, un camino que deja al costado a tantas personas.

Si leemos historias de vida de personas trans adultas encontramos relatos de dolor de su niñez y adolescencia:

“Fue a las siete años cuando le dije a mi mamá tantéandola, ¿qué harías si yo fuera hombre? Te tiraría a la basura, me respondió. Me puse a llorar. Nunca se lo diría.”

“Mi padre… Un tipo que yo le había escuchado alguna vez -en esa charla de parroquianos- que prefería tener un hijo malandro a un hijo puto. Lo escuché más de una vez.”

“A los 11 años le dije a mi padre que era travesti. Me habían regalado un libro y decía que la gente con ropa del sexo opuesto es travesti. Ta… bárbaro… travesti. Ahí me dijo de todo, se me complicó bastante el panorama; trató de pegarme y lo oculté.”

Como estos relatos podemos leer muchísimos que nos muestran el sufrimiento y el dolor de las personas que lograron llegar a ser adultas como trans, pero que pagaron un alto precio en su niñez y adolescencia.

Los discursos dominantes marcan lo normal y lo anormal, desde los saberes y haceres de las prácticas cotidianas. Estos discursos generan una matriz discriminadora, que produce formas de exclusión. En este contexto son hegemónicos los discursos desde los binomios dominantes heterosexuales, por lo que todo lo que no encaja en los mismos es discriminado y/o patologizado, así como demonizado.

Son los adultos quienes creen saber qué es lo que necesitan niñas, niños y adolescentes no contemplando muchas veces sus necesidades sino proyectando en ellos sus deseos, prácticas religiosas, políticas, sociales, culturales, etc.

El Código de la Niñez y Adolescencia dice en su artículo 8 “todo niño y adolescente goza de los derechos inherentes a la persona humana, tales derechos serán ejercidos de acuerdo a la evolución de sus facultades y en forma establecida por la constitución de la República los instrumentos internacionales, este Código y las leyes especiales. En todo caso tiene derecho a ser oído y obtener respuestas cuando se tomen decisiones que afectan su vida. Podrá acudir a los Tribunales y ejercer los actos procesales en defensa de sus derechos…. De la misma manera, el Art. 11 del mismo Código menciona que “todo niño, niña y adolescente tiene derecho a la información y acceso a los servicios de salud, inclusive los referidos a la salud sexual y reproductiva debiendo los profesionales actuantes respetar la confidencialidad de la consulta y ofrecerles las mejores formas de atención y tratamiento cuando corresponde… En caso de existir riesgo grave para la salud del niño, niña y adolescente y no pudiera llegar a un acuerdo con éste o con sus padres o responsable del mismo en cuanto al tratamiento a seguir el profesional podrá solicitar el aval del juez competente en materia de derechos vulnerados de niños, niñas y adolescentes quien a tales efectos deberá recabar la opinión del niño, niña y adolescente siempre que le sea posible”.

El artículo en cuestión no hace más que respetar lo que dice el código, el problema entonces es del adultocentrismo y de la dominación que ejercen sobre les niñes y adolescentes debido a la dependencia que tienen en materia económica, social, etc. El problema es el miedo social al reconocimiento de derechos y a respetar derechos. Pensemos, como lo mencionaba anteriormente, en que la represión a una identidad de género es un riesgo en la salud mental de las personas que de adultas terminamos en largas terapias para superar tanto dolor.

Cuando las personas aún siendo menores empiezan a manifestar su identidad de género diferente a la asignada al nacer y que rompen con la bigeneridad establecida por el patriarcado, comienzan a sufrir las diferentes represiones, invisibilizaciones, patologizaciones y medicalizaciones donde la búsqueda de la normalización es tal que se llega a las llamadas “terapias reparatorias” que logran resultados nefastos para la persona.

La infancia y la adolescencia trans es una realidad no asumida en la mayoría de los países latinoamericanos y las pocas realidades asumidas traen consecuencias para quienes acompañan el proceso. Hoy es una deuda que como sociedad tenemos para con estas personas ya que en su situación de dependencia de les adultes no tienen la posibilidad de realizarse tal y como lo sienten, dejando entonces secuelas en su construcción psicológica y cosmovisión del mundo y las relaciones.

Esa sociedad que ve desde el “adultocentrismo” y desde concepciones impuestas considera todo lo que está fuera de lo binario:

  • Anormal
  • Patológico
  • Bizarro
  • Enfermo
  • Trastornado
  • Raro
  • Perverso
  • Otros

En esta relación perversa de subversión al orden impuesto y/o esperado, las personas trans, y en especial la niñez y adolescencia trans sufren la constante represión y por lo tanto la discriminación, violencia y estigmatización. Se busca el control, la adecuación. Digo “subversión” porque considero que las identidades no bigenéricas subvierten este orden ostentado y sostenido desde hace miles de años por el machismo respaldado en ideologías político-religiosas que ven amenazado su poder ante aquello que se visibiliza por fuera de lo que consideran “debe ser” y por lo tanto deben defenderse de ello.

El artículo 17 del proyecto de ley Integral para Personas Trans no hace más que reconocer derechos y permitir por lo tanto el tránsito por una vida de no sufrimiento y dolor y dejar de ver a niñes y adolescentes no bigenéricos como “problemáticos”. No minimicemos un problema que nuestra sociedad tiene y es el no ver los derechos de personas como niñes y adolescentes trans.

Por otro lado es bueno aclarar que no todas las personas trans quieren o desean acceder a tratamientos hormonales y/o re-adecuaciones genitales, existe una amplia diversidad de percibir el cuerpo trans y su construcción. Lo más importante es la construcción de la identidad no solo del cuerpo, el cuerpo es únicamente una forma de manifestarla pero es la construcción psicológica lo importante, una persona feliz y de acuerdo con su auto-percepción es una persona plena y eso le debemos garantizar a las próximas generaciones. Ninguna ley le va a quitar poder a padres y madres, ninguna ley va a romper el vínculo; pero sí va a garantizar que nuestres menores sean escuchades y atendides como corresponden para lograr ser adultes plenes que construyan una sociedad diferente y sin represiones y donde no haya personas al costado del camino o en las periferias sociales.

 

Collette Spinetti

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