En los acuerdos con los grandes, estos siempre se reservan la parte del león



El Senado aprobó el proyecto que habilita el ingreso de tropas extranjeras al país por motivo de la reunión del G20 que se realizará en Argentina. Compartimos los fragmentos principales de la intervención de Constanza Moreira, senadora de Casa Grande:

Estoy en contra de este proyecto de ley y he pedido a mi bancada la posibilidad de votar en contra; sin embargo, la bancada de senadores entendió que este era un asunto político y resolvió no concederme esta libertad de acción –como le llamamos–, así que votaré a favor. Sin embargo, quiero argumentar en contra por razones un poco distintas a las que he escuchado y también a algunas que he leído en la prensa.

En primer lugar, quiero hacer dos reconocimientos, y voy a empezar por lo positivo, que es que el Poder Ejecutivo se tomó el trabajo de mandar un proyecto de ley y de corregir o enmendar el artículo 3.º, para que aquella redacción por la cual la comunicación a la Asamblea General se hacía con posterioridad al ingreso, se sustituyera por otra según la cual la Asamblea General, de acuerdo con la Constitución, toma conocimiento de esto, no con posterioridad y, de ser posible, con la mayor inmediatez.

Primero: la embajada solicitó permiso para el ingreso de ocho aviones, cuatrocientas personas, etcétera, para formar un escudo de seguridad a Estados Unidos y a lo que yo llamaría «el club de los ricos» y, aunque la cumbre es entre el 30 de noviembre y el 1º de diciembre, en los hechos se está solicitando el ingreso de estas tropas por una semana. No quiere decir que vayan a invadir el Uruguay –aunque podrían quedarse; lo digo un poco jocosamente– porque tienen fecha de entrada y de salida. Esto se hace a través de un proyecto de ley y me consta que al menos nuestra bancada de senadores y el Poder Ejecutivo tomaron las precauciones de corregirlo de tal manera de hacerlo más ajustado a la ley. La senadora Mónica Xavier hacía constar otras circunstancias en las que esto ni siquiera requirió iniciativa legislativa, así que quiero hacer ese reconocimiento.

El segundo reconocimiento tiene que ver con que existe un convenio de cooperación militar con Estados Unidos del año 1953 –plena Guerra Fría–, rechazado con movilización popular por la izquierda, que fue aprobado por decreto –Resolución n.º 643– que, cito textualmente: «… tiene por objeto facilitar el aprovisionamiento recíproco de “apoyo logístico, suministros y servicios” entre las citadas Partes, dentro de los límites de su competencia y en el respeto por la legislación interna de ambos Países». También dice que este apoyo logístico «será utilizado principalmente durante los Ejercicios combinados, adiestramientos, desplazamientos, escalas, operaciones y otras actividades cooperativas», dentro de las cuales entra el caso citado.

¡Claro! Cuando uno hace un acuerdo con Estados Unidos, Rusia o China, el interés que se está cuidando es el de la parte fuerte; no es que nosotros vayamos a hacer ejercicios combinados en Estados Unidos. Está claro que, en los acuerdos con los grandes, estos siempre se reservan la parte del león.

Mis prevenciones y mi rechazo a este proyecto de ley provienen de otras fuentes. La primera es que nunca me quedó clara la necesidad operativa de usar el territorio uruguayo para asegurar que el club de los ricos no pase problemas allí donde está porque, como dijo el señor senador Michelini, nosotros no estamos invitados a esa fiesta; esa fiesta es para el G20, un grupo cuyo proceder y funciones son muy discutidos, y especialmente deberían serlo –y este es el fondo del asunto– por parte de los países chicos, que privilegiamos la multilateralidad y no apoyamos a los clubes de los ricos, sino a organizaciones como las Naciones Unidas o la OMC. ¡Nosotros no tenemos nada que ver con el G20!

El hecho de que esta reunión se haga en Argentina y que, por allí, el secretario de Defensa de Estados Unidos se esté reuniendo con Brasil y con Colombia, y que lo secunde el secretario general de la OEA para prevenir la posibilidad de una intervención militar en Venezuela, políticamente me dice muchas cosas.

Así que no me gusta el G20 y tampoco que se reúna aquí, al lado, con Macri. Pero, ¡por supuesto que el lugar está superelegido!

Es cierto que Trump, a última hora, dijo que estos países no merecían tanta atención, por lo que redujo su estadía y en vez de tres días se va a quedar uno; pero también es cierto que el proyecto de ley viene por Estados Unidos, no por Merkel, por Macron, por Putin ni por Xi Jinping. ¡Viene por Estados Unidos!

Me voy a referir al artículo 1.º –sobre el resto puedo estar de acuerdo con que no se den autorizaciones genéricas, y creo que se mejoró algo con el artículo 3.º–, ya que lo importante es por qué Uruguay está siendo utilizado como base de operaciones para el G20, que se reúne en Argentina. ¿Por qué? ¿Cuál es la necesidad operativa de esto? Esto no me convence y creo que deberíamos decir que no. ¡Así de simple!

Además, –y sobre esto voy a ser política, no ideológica, porque no se precisa una gran y elaborada ideología para entenderlo–, las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos no son ni serán bienvenidas en América Latina, y hay una historia de un siglo que lo respalda. Para empezar, la doctrina Monroe, de 1823, declara que América Latina es la esfera de influencia para Estados Unidos; le llamábamos «el patio trasero». Así que quiero ser clarísima: ¡No a las intromisiones militares en nuestro continente! Las Fuerzas Armadas de Estados Unidos no han sido ni serán bienvenidas en América Latina y no me gusta ver al secretario de defensa viajando por América Latina y dando leña contra Venezuela; ¡no me gusta! El Uruguay debería mantener una distancia respecto de estas cosas.

En 1846 ocurrió la invasión a México; en 1904, la invasión a República Dominicana; en 1910 invaden Nicaragua; en 1912, nuevamente invaden Nicaragua; en 1915, los marines ocupan Haití para restaurar el orden; en 1924, Honduras; en 1927, Nicaragua; en 1946, Escuela de las Américas en Panamá; en 1964, presencia de Estados Unidos en el golpe contra João Goulart; en 1966, Guatemala, los boinas verdes en la campaña contrainsurgencia; en 1967, los marines contra el Che Guevara en Bolivia; en 1968, la CIA y los escuadrones de la muerte; en 1973, el golpe contra Allende en Chile; en 1976, Kissinger involucrado en el Plan Cóndor; en 1981, la Contra para destruir al gobierno sandinista en Nicaragua; en 1983, invasión a la isla de Granada; en 2002, Estados Unidos apoya y financia los elementos que organizaron el golpe contra Venezuela. Esto es historia reciente. ¿A qué viene? Simplemente, a que no es una intervención ideológica, sino que de nuevo se trata de historiar objetivamente las presencias militares en América Latina y decir, una vez más, que las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos no han sido ni serán bienvenidas en Latinoamérica.

De aquí nuestro rechazo total y absoluto al proyecto de ley, y nuestras prevenciones. Acá todo el mundo tiene prevenciones con la Constitución; yo las tengo de un orden mayor, y no me gusta que nuestro pequeño país sea usado como plataforma operativa de la defensa armada del club de los ricos. ¡No me gusta! Tampoco me gusta el club de los ricos. En la crisis de 2008 empezaron a juntarse y no creo que ningún país chico deba refrendar otra cosa que no sean los acuerdos multilaterales. La multilateralidad es defendida por los países chicos, no por los grandes. El G20 le quita transparencia a la toma de decisiones y disminuye sustantivamente la democracia mundial.

Allí estará el G20 decidiendo los destinos del mundo, con sus recomendaciones sobre el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Ya vimos cómo está Argentina, ya vimos cómo está Brasil, ambos integrantes del club de los ricos. Uruguay no debe tener nada que ver con esto.

Planteamos esto en nuestra bancada, junto con el compañero Castillo. Casa Grande no está de acuerdo con este proyecto. La bancada lo declara asunto político y con ello nos obliga, por disciplina partidaria; yo acato la decisión porque pertenezco a un cuerpo colectivo que se llama Frente Amplio, que es bastante más grande que yo misma y que Casa Grande. De la misma manera que cuando era más joven iba mandatada a las asambleas del Claustro, voto mandatada ahora, como lo hacen todas las personas que pertenecen a un colectivo.

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