De tensiones, antagonismos y cambios. Otro 8 M



El mundo parece que está cambiando con “esto” de las mujeres. Está convocada otra vez un paro y huelga feminista en todo el mundo para el 8 de marzo, bajo el lema “Si paramos las mujeres, paramos el mundo”. La globalización llevada a su expresión de movimiento social global. El tema vuelve al tapete (o quizá no haya dejado de estar nunca en algunos casos): en el almacén, los bares, el trabajo, las redes sociales y las escuelas. Las discusiones se acaloran “Ya no entiendo nada…”; también se polarizan “quieren destruir los valores y buenas costumbres con esto de la ideología de género” y en otros casos se zanja: “yo estoy de acuerdo con esto de la igualdad pero no soy extremista…”.

Estamos viviendo un tiempo de transformaciones que seguramente será estudiado en detalle en las próximas décadas, pero no ha sido el único. Estamos donde estamos porque otras antes que nosotras dieron batalla. Los derechos que hoy gozamos las mujeres y que nos resultaría impensable no tenerlos, no cayeron del cielo. Me gustaría ilustrar algunos momentos de nuestro país.

En el Uruguay del 900, las sufragistas y las obreras con diferentes motivaciones y desde diferentes vertientes lograron colocar “la cuestión femenina”. Reivindicar el derecho al voto como “piedra angular de todos los derechos” por parte de unas y reivindicar “igual salario para igual trabajo” por parte de las otras. El camino no estuvo exento de tensiones y discusiones. ¿Se aceptaba la creación de la Universidad Femenina que proponía el 2º gobierno de Batlle en 1911? Si estamos de acuerdo con una educación mixta no queremos separar por sexos. ¿Pero esta Universidad de mujeres no va a lograr que más mujeres puedan acceder a la educación superior cuando los prejuicios de sus familias no las dejan ir de otro modo?

En 1938 cuando las mujeres votaban por primera vez en Uruguay, luego de la ley aprobada en el ´32 y de la interrupción por la dictadura de Terra. La revista Mundo Uruguayo titulaba “Las mujeres votan – ¿Qué más pueden pedir?”. Se había conquistado el voto pero, aún a regañadientes para algunos, Uruguay seguía alimentando el mito de la igualdad y de la excepcionalidad en la región por los derechos conquistados. Sobraban argumentos.

Sin embargo, al mismo tiempo, las feministas de la época intentaban seguir entendiendo cómo eran los procesos de ejercer los derechos civiles y políticos y cómo las trampas aparecían por otros lados. Paulina Luisi fue de las que se indignaba cuando analizaba los mecanismos que operaban para la preferencias de candidatos entre las mujeres.

Los movimientos continuaron para que en 1946 se obtuvieran los derechos civiles, esos que nos permiten ser titulares de una cuenta en el banco, de una casa o de la cuenta de la UTE. ¿Sabía usted que había sido hace tan poco? Piense cuántas veces le enseñaron la 2º guerra mundial. Bueno, ya había terminado y casi nunca le enseñaron que sus abuelas pelearon por ser dueñas de sus cosas.

Más adelante en el tiempo, la generación del `68 nos dejó además del movimiento estudiantil, las movilizaciones pacifistas y los hippies, mujeres que peleaban para decidir sobre sus cuerpos, por la píldora anticonceptiva, la sexualidad y el matrimonio, entre otras cosas. En Uruguay y la región, algunas voces hablaron de que las mujeres intentaron tener roles de protagonismo en los movimientos revolucionarios de la época: “la revolución dentro de la revolución” (1). A todo esto que la dictadura pone una tapa sellada por varios años.

A la salida de la dictadura, un importante movimiento de mujeres incide para que una de las Mesa de Concertación Programática sea la de “la Mujer” en donde se discuten temas vinculados al trabajo, la salud, educación, cultura, participación política y que continúa, ya establecida la democracia. Las manifestaciones públicas llenas de mujeres y la consigna de “lo personal es político” se instalan en Uruguay con la frase que asimilaba a “democracia en el país y en la casa”; se reclamaba por igual salario a igual trabajo, jubilación para las amas de casa y primeras denuncias de violencia doméstica.

La fractura entre “feministas de izquierda” y las “feministas liberales” reaparece a partir de las posiciones asumidas para el Referéndum que quería anular la “Ley de Caducidad de la pretensión punitiva del Estado”, en 1989.

El final del siglo XX y lo que va de este siglo, el movimiento y las conquistas han ido en aumento. La violencia hacia las mujeres pasó de ser un tema que sólo preocupaba a algunos grupos de mujeres, a ser una política de Estado, por citar sólo un aspecto. Las áreas en torno a los temas de “las mujeres” se fueron ampliando y en esa ampliación de temáticas y espacios de participación surge la diversidad, las tensiones y las divergencias de cómo encarar algunos de los temas. “Que si eres una feminista en el Estado te volviste patriarcal porque no hay otra manera”; “Que las feministas radicales se pasaron de la raya en aquellas manifestaciones”; “Que si cediste un par de artículos en la ley ya eres funcional al sistema y las organizaciones de mujeres no queríamos eso”. Yo creo que nos necesitamos unas a otras desde cada lugar.

Algunos de estos repasos nos muestran que el camino está marcado por puntos álgidos, antagonismos y resistencias. Hoy estamos en uno de esos tiempos: como cuando las mujeres se encadenaban para reivindicar el derecho al voto. ¿No fueron tildadas de extremistas? A lo mejor, dentro de cien años, las jóvenes pueden circular por las calles sin que las acosen o pueden volver tranquilas a casa sin que las violen y las generaciones futuras estudiarán que a las manifestantes del 8M las tildaban de extremistas, allá por 2019. Vengan a la marcha, nos necesitamos para construir una sociedad mejor.

(1): Rodolfo Walsh (1927- 1976). Periodista y novelista argentino. Citado en Diana, Marta (1996). Mujeres Guerrilleras. Buenos Aires, Planeta

Ana Gabriela Fernández

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