Premio Montevideanas a Alejandra Caino y Mariana Mota



Compartimos las palabras de nuestra compañera edila Mariana Felártigas en la Junta Departamental de Montevideo en el marco de la entrega del premio Montevideanas.

Estamos hoy aquí para hacer entrega del premio Montevideanas a dos
mujeres que nos honran con su presencia: Alejandra Caino y Mariana
Mota.

Este reconocimiento que es de la Junta como Institución pero que nace en
la comisión de equidad y género, pretende hacer visible la trayectoria y el
aporte de las mujeres a la sociedad y hoy tenemos junto a nosotras a dos
mujeres que vaya si merecen ser reconocidas!

Alejandra Caino, una mujer “a contracorriente”, que ha encontrado en
este ciclo de charlas, la combinación perfecta para visibilizar a mujeres
que se destacan a través de formas no convencionales, como las antiguas
tertulias, espacios genuinos donde compartir experiencias e intercambiar
visiones. A lo largo de los diferentes ciclos, estas charlas han nucleado a
decenas de mujeres que han tenido oportunidad de conocer a otras
mujeres que muchas veces han servido de ejemplo a la hora de pensar y
pensarse en el mundo, fortaleciendo lazos y generando redes que
estrechen las brechas que nos distancian de los beneficios que gozan los
hombres en esta sociedad patriarcal.

Además de acercar mujeres a través de las propias vivencias, Alejandra ha
redoblado la apuesta, propiciando espacios para que también el arte y el
diseño tengan su lugar de la mano de sus protagonistas; mujeres
emprendedoras, mujeres valiosas que encuentran en estos ámbitos, el
ambiente indicado para darse a conocer, porque sabemos que la
desigualdad de género la encontramos en todos los rincones, por eso son
tan importantes las iniciativas de este tipo que permitan que las mujeres
pisen fuerte también en esta área.

Mariana Mota, una mujer valiente, símbolo de la lucha por los derechos
humanos, una luz que ha encendido los corazones de tantos familiares y
amigos de detenidos desaparecidos y un nombre que se conjuga de forma
perfecta con el concepto de Justicia.

Ya en la adolescencia sus compañeros de liceo decían que era la defensora
de los pleitos perdidos porque no podía mantenerse al margen de las
injusticias y hacía suya la voz de quienes reclamaban. El ingreso a la
facultad de Derecho le abrió otra perspectiva del derecho y ya no se sentía
tan atraída por la defensa de una posición, sino por indagar sobre los
hechos en sí, investigar, conocer la verdad, determinar quién tiene la razón.

La carrera de derecho fue acompañada por una fuerte militancia
gremial y el gusto cada vez más marcado hacia el derecho penal que sin
duda definiría su trayectoria como jueza.

Luego de deambular por diferentes destinos que la llevaron a recorrer el
país, Mariana se hizo cargo del Juzgado de Primera Instancia en lo Penal
de 7º Turno donde tuvo contacto con una causa que es un hito no sólo en
su carrera sino que ha dejado huellas en toda la sociedad. Conocida como
la causa Bordaberry, Mariana Mota llega en 2010 a la sentencia que
condena al dictador por atentado a la Constitución y como co-autor de la
desaparición forzada de nueve personas y dos homicidios, de Fernando
Miranda y Ubagesner Chávez Sosa.

A partir de allí, el juzgado de Mariana es la sede donde se reabren un
aluvión de causas que habían permanecido obstaculizadas, casi dormidas,
esperando la llegada de alguien con el coraje como herradura y la justicia
como arma para comenzar a indagar qué había pasado en nuestro país en
aquellos años en que el terrorismo de estado había devastado nuestra
sociedad: secuestrando, desapareciendo, matando, robando bebés,
destituyendo, provocando exilios, dejando vacíos imposibles de recuperar.
De tres causas iniciales, Mariana llegó a tener casi 50 vinculadas a hechos
acecidos durante la dictadura, los detenidos y familiares de desaparecidos
encontraron en esta jueza una aliada, no sólo por el estudio, la entrega, el
compromiso dispensado a cada causa, sino porque generó ambientes
propicios para que las personas, las víctimas, se sintieran cómodas para
hablar de temas que aún les generaban dolores en el cuerpo y en el alma.
En una entrevista Mariana dice: “Es interesante como fenómeno cuando
la justicia actúa, no importa donde, pero cuando actúa genera confianza
en el administrado, en el justiciable y dice bueno, se puede hablar, se
puede discutir y la sociedad empieza a conocer lo que pasó”. Y esto es lo
que generó Mariana Mota en el Poder Judicial, es el rostro de la justicia,
de la necesidad de avanzar en conocer la verdad, sin importar quién esté
del otro lado del poder, sea éste un dictador o un ministro, siempre que el
fin último sea develar la verdad de los hechos y llevar una respuesta a las
familias de las víctimas, que aún hoy no saben qué pasó, no tienen una
historia que les permita hacer su duelo para procesar una reparación
interna.

Dice Mariana que el trabajo del juez es muy solitario, pero seguro no lo
sintió así cuando el 15 de febrero de 2013 mientras se acercaba a la sede de la SCJ a jurar su nuevo destino al ámbito civil, un gran número de
personas, entre las que me cuento, la esperábamos allí, para acompañarla
y demostrar apoyo a su valiosa actuación a cargo del Juzgado de Primera
Instancia en lo Penal de 7º Turno y para manifestar un fuerte descontento
con el traslado porque dejaba las causas de derechos humanos sin su fiel
protectora. Seguramente Mariana Mota crea que esa manifestación de
solidaridad y afecto sea un exceso porque no esperaba nada a cambio de
su trabajo pero su trabajo le ha dado esperanza a una sociedad que
necesita conocer la verdad, mantener viva la memoria y saber que la
justicia es tan posible como necesaria.

Gracias a ellas, a estas mujeres que no sólo merecen esta distinción, que
también merecen un gran reconocimiento del conjunto de la sociedad.
Con mujeres como ustedes, el presente es un mejor lugar.

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