Sin juventudes no hay transformaciones

La juventud es la etapa del desarrollo humano comprendida entre la niñez y la adultez, variando en las edades según las distintas culturas y marcos normativos. En nuestro país, se refiere al grupo poblacional de entre los 14 y 29 años que representa, según datos censales del 2011, el 23,9 % de la población total que a grandes rasgos se presume envejecida.  

No es nada fácil lidiar con esta concepción y mucho menos con la valoración negativa que adjudican a nuestro proceder, como si en su juventud no hubieran hecho las cosas que nos señalan de inapropiadas, como si no tuvieran el fuego que caracteriza nuestra intensidad y la voluntad de transformar las cosas.

Lo cierto es que las generaciones han ido cambiando con el paso del tiempo, las realidades, necesidades y los conflictos de un joven del 2020 quizás no son los mismos que los de un joven del 1900, pero lo que sí se mantiene es el proceso de esta etapa en la cual descubrimos el mundo que nos rodea, identificando estímulos tanto externos como internos, experimentamos nuevos sentimientos y emociones y vamos de a poco configurando nuestra personalidad e identidad conforme a nuestras vivencias. También sucede que al convertirnos en sujetos sociales respondemos y pensamos desde lo colectivo, apropiándonos de espacios, alzando la voz, cambiando realidades y luchando contra las injusticias.

En tal sentido prefiero hablar de juventudes y no de jóvenes, porque cada chica y chico tiene una personalidad y esencia bien distinta que, desde su lugar, enriquece y diversifica nuestras construcciones y manifestaciones. Lo que quiero decir es que los jóvenes no somos iguales, tampoco tenemos los mismos intereses, ni nos involucramos en las mismas causas, pero lo que compartimos es nuestro afán por la diversión y la búsqueda de la felicidad que, al fin y al cabo, es lo que anhelamos todos sin importar edad.

Pero hay algo que viene haciendo ruido entre pares y es la idea de que las juventudes no somos responsables, somos peligrosos y delincuentes no queremos trabajar y no nos involucramos con la sociedad, lo que es completamente contradictorio cuando unas de las cosas que más reclamamos es la poca incidencia que nos permiten tener en los lugares de decisión y más precisamente en los lugares donde se debaten nuestros derechos. Cuando cada vez son más las gurisas y gurises que reclamamos espacios de participación, ¿qué dicen de los miles de jóvenes que se inscriben año tras año en los programas de voluntariados? ¿de los que participamos en política partidaria o social? Porque si bien a muchos no le interesa lo político partidario si les llama la atención la política que se gesta alrededor de los cuadros de fútbol, o alrededor de las órbitas estatales, entonces, ¿no queremos nada de la vida o no nos permiten expresarnos de la forma que sabemos hacerlo? ¿tenemos todos las mismas oportunidades?

¿Tiene las mismas oportunidades quién vive en un barrio marginado y estigmatizado que aquel que vive en un barrio central? ¿Pueden tener ambos accesos a las universidades o a los dispositivos que le permitan llegar a ella? Se han trabajado en políticas para romper las desigualdades, pero aún así hay un peso muy importante de jóvenes en territorios de vulnerabilidad y riesgo, por lo cual frente a una situación socioeconómica compleja es menor el acceso a ofertas educativas y laborales que permiten el progreso personal.

Progreso le llamo a las trasformaciones que ha atravesado la sociedad a lo largo de la historia, de las que muchas han sido idealizadas y ejecutadas por grupos de jóvenes, algo que veo como muy positivo pese a la pérdida de valores que tanto se reclama. ¿Será por ello que hay un miedo latente hacia lo que representamos y hacia nuestra visión del mundo? Pues, no deben tener miedo, nadie pretende hacer caos sino darle color a la vida y para ello son necesarios los cuidados y consensos generacionales.

Por ejemplo, se ha gestado una gran revolución sexual conquistando derechos como la unión concubinaria entre personas cualquiera sea su sexo, identidad u orientación sexual, el derecho a la salud sexual y reproductiva, el matrimonio igualitario, la reproducción humana asistida, la adopción por parejas del mismo sexo y la ley trans. Son conquistas que se dieron en la lucha colectiva donde las y los jóvenes tuvimos gran responsabilidad.

Somos protagonistas de una revolución en el lenguaje el cual entendemos que se adapta según las necesidades de la población para comunicarse, no es una pavada o un juego adolescente, a lo mejor deberían dejar de preocuparse si un joven pronuncia un “todes” o le agrega la “x” a sus palabras y comenzar a pensar qué motivos tiene para comunicarse de esa forma. Lo importante es poder poner en palabras lo que pensamos y sentimos.

Fueron las juventudes las que le dijeron “no a la baja” protegiendo a adolescentes del sistema penal, como también somos jóvenes quienes desde la calle o la virtualidad protegemos la educación pública o nos manifestamos contra la reforma impulsada por el hoy ministro del interior. Son las juventudes las que exigen medidas para revertir el cambio climático y alzan sus voces por el medio ambiente. Somos jóvenes los que colmamos las avenidas del país con la bandera de la diversidad exigiendo el no retroceso de la agenda de derechos.

Somos quienes alimentamos el fuego en nuestro interior, aquel capaz de arder sin control ante la sequía, el que logra hermanar a las personas a los pies de un fogón y el que portan en las antorchas en tiempos de protestas. Nos mantiene vivos, eufóricos y revolucionarios, es ese fuego el que nos invita a seguir haciendo oír nuestra voz, que en muchas ocasiones es la voz de todo un pueblo. 

Frente a este nuevo escenario del COVID-19 entendemos que nuestro cuerpo debe permanecer quieto, pero nuestra voz debe seguir alzándose con fuerza, por quienes ya no están y por les más vulnerables. Tenemos herramientas para hacerlo, las redes sociales son una de ellas. También disponemos de espacios como estos, evidenciando una transformación cultural.

Finalmente quiero agregar que el gobierno desde el poder ejecutivo ha ingresado al parlamento la ley de urgente consideración, catalogada por expertos en la materia como inconstitucional, y es necesario resaltar que las medidas dispuestas en materia de seguridad pueden atentar contra nuestra libertad de expresión y manifestación considerando nuestro accionar como una amenaza para la convivencia pacífica. La superficialidad con la que manejan el flagelo de inseguridad puede ocasionar abusos de poder y coerción de nuestras voluntades, aun así estaremos firmes para defender lo conquistado y seguiremos fomentando el fuego que habita en cada persona y que transforma el mundo en un lugar mejor.

Juan Boeri


Boletín #4: Derechos, bienes comunes, juventud y sociedad

Esta publicación, que pretende ser periódica, fue concebida para acercar reflexiones políticas en tiempos donde nuestra política presencial se ha visto interrumpida. En estos días circula mucha información, pero nos debemos un análisis político propio. Y compartirlo, circularlo, debatirlo es una urgencia cotidiana. Con la mediatez de la escritura, empezamos a generar este espacio de debate que ya cuenta con su cuarta entrega, entregas en las que buscamos abordar distintos temas desde las miradas que hemos hecho comunes en nuestra construcción política.

Esta semana les acercamos los textos sobre distintas temáticas: la tensión entre ambiente y producción y el retroceso que implica la LUC en relación a las áreas protegidas; el MIDES y la irrupción de la derecha en las políticas públicas para pobres; el espacio de las juventudes en la sociedad y en los lugares de militancia; la ética y el debate político; y como estamos cerrando mayo, se hace indispensable la referencia al silencio. Esta vez, les acercamos la columna de Constanza Moreira que fue publicada el año pasado, con motivo del 20 de mayo. Esta relectura es necesaria e iluminadora. En un año cambiaron muchas cosas, otras, como leeremos aquí, no cambiaron tanto. 

Son tiempos de reflexión. La realidad nos desafía todos los días. La inteligencia colectiva y la deliberación conjunta serán un modo de enfrentar este desafío

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